Hace dos o tres semanas platiqué con mi querida amiga Mary, su formación profesional le ha dado herramientas que potenciaron sus grandes virtudes de magnífica escucha y espíritu generoso.
Me permite hablar, hasta que las palabras construyen nuevas ventanas a mi propio mundo interior. Me observo y contemplo detalles que después de una vida apenas descubro.
Los recuerdos que evoco de momentos tempranos, han sido construidos cuando mi madre tenía emociones o sentimientos desbordados, casi siempre de enojo o sufrimiento. Siendo la mayor hice notar mi presencia, absorbí imágenes, palabras, sonidos. Cuando mi madre hablaba de algún suceso y se limitaba a sólo decir un poco, me encargué de aportar detalles, desde la hora en el reloj, los colores, las personas, las frases dichas, los objetos en el sitio, el clima, las actitudes, tantos detalles como podía evocar del momento. Todo ello para sorpresa de mi madre, no podía creerlo.
En algún momento he mencionado un cheque no recibido, estuve ahí, lo rechazó. Nos bajamos del automóvil del tío de mi padre que nos había llevado a la estación del tren. Las palabras intercambiadas fueron, no vendí a mi hija se la dejé a su abuela porque necesito ayuda, no dije eso, es para las medicinas del niño, no tomaré nada de usted, no seas terca es solo ayuda para los niños. La sorpresa de mi madre fue mayúscula cuando repetí el diálogo después de que ella lo comentaba, sin detalles, con mi hermana. Mencioné la hora, el espacio, dónde estaba yo de pie, las maletas, mi hermanito en sus brazos.
Poco lloraba mi madre, durante mucho tiempo se lo guardó.
Verano del 63, regresamos a casa en tren, sólo los tres. Mi padre nos esperaba.